LA POESÍA DE LA
GENERACIÓN DEL 27
Los años de desarrollo del grupo poético del 27 coinciden con una etapa
convulsa en España: desde la dictadura de Primo de Rivera y el fenómeno de los
felices años 20 en Europa y EEUU - a los que siguieron la crisis mundial del 29-,
hasta la llegada de la Segunda República y el aumento en España y en toda
Europa de una conflictividad social reflejo de la bipolarización ideológica del
fascismo frente al comunismo. En julio de 1936 el golpe de estado del general
Franco desembocaría en la Guerra Civil española (que finaliza en 1939).
Se conoce
como Generación del 27 a un conjunto de poetas que se reunieron en el
Ateneo de Sevilla con motivo de la celebración del tricentenario de la muerte
de Góngora en 1927: R. Alberti, F. García Lorca, J. Guillén, G. Diego, P.
Salinas, L. Cernuda, V. Aleixandre y D. Alonso. A ellos se añadirán E. Prados y
M. Altolaguirre. Miguel Hernández se puede considerar un poeta “epígono” de la
Generación, aunque él mismo se adscribió a la Generación del 36.
A todos
ellos les une una gran afinidad intelectual y estética, así como una inclinación
hacia la República, que trató de difundir la cultura, a través de las Misiones
Pedagógicas (La Barraca, de F. García Lorca formaba parte de dicho proyecto).
Todos ellos asimilaron la rica tradición literaria española y, a la vez, fueron
influidos por las corrientes de vanguardia, llegando a ser la más brillante
promoción de la literatura española del s. XX.
Todos ellos
se consideraron deudores de Ortega y Gasset por su concepción del arte, de Ramón
Gómez de la Serna como introductor de las vanguardias y de Juan Ramón Jiménez,
que abrió el camino de la poesía pura y esencial. Publicaron en las mismas
revistas (Revista de Occidente, Litoral…) y, a pesar de sus individualidades,
su poesía expresa el equilibrio entre lo intelectual y lo sentimental. Sus
creaciones son muy depuradas en la forma y en la técnica, combinando las formas
clásicas con otras vanguardistas. Su gran descubrimiento fue el verso libre,
basado en un ritmo conseguido mediante repeticiones fónicas, acentuales,
léxicas, morfosintácticas o semánticas. Admiraron a los poetas clásicos, pero
también a Antonio Machado, Rubén Darío o Bécquer. Mezclan lo culto y lo popular
(sonetos y romances) y abordan los temas de la naturaleza, el amor, las
ciudades y la modernidad.
Fueron
poetas comprometidos socialmente a los que la Guerra Civil les marca profundamente,
a algunos con hechos tan trágicos como la muerte o el exilio. Su evolución es
muy particular, pero podemos hablar de varias etapas en las que todos confluyen
en líneas generales:
- Hasta 1927 dominan los tonos
“becquerianos” y modernistas, aunque pronto se dejaron entrever el influjo de
las vanguardias. Destaca el uso de metáforas en la poesía de signo intelectual
(deshumanizada) de P. Salinas y la presencia de una lírica popular en Lorca o
Alberti. También hay ecos clásicos en Cernuda, G. Diego o J. Guillén. Los
versos son sencillos, breves y rítmicos.
- De 1927 hasta el fin de la G. Civil se produce una “rehumanización” de
la lírica por medio de la estética surrealista. Es la poesía humana y
apasionada de D. Alonso y el momento de los signos visionarios de V.
Aleixandre. Las metáforas son más atrevidas y los símbolos más complejos,
dentro de poemas carentes de rima y regularidad métrica o estrófica.
- A partir de 1939 la muerte o el exilio marcan al Grupo. Solo V.
Aleixandre, G. Diego y D. Alonso permanecen en España tras la Guerra. La poesía
se hace humana y existencial. El sufrimiento del exilio muestra una poesía
desarraigada (J. Guillén, Alberti, Cernuda, Salinas). El tono de queja crítica
y amarga es lo dominante en este momento.
Entre los autores y alguna de sus obras más destacada se encuentran PEDRO
SALINAS con La voz a ti debida (1933); JORGE GUILLÉN con Cántico
(poemas escritos entre 1928 y 1950); GERARDO DIEGO con Versos humanos
(1925); VICENTE ALEIXANDRE con La destrucción o el amor (1935); DÁMASO
ALONSO con El viento y el verso (1925); GARCÍA LORCA con Romancero
gitano (1928) y Poeta en Nueva York (1929); RAFAEL ALBERTI con Marinero
en tierra (1925); LUIS CERNUDA con Donde habite el olvido (1934);
MANUEL ALTOLAGUIRRE con Lenta libertad (1936); y EMILIO PRADOS con Llanto
en la sangre (1936).
Mención especial merece MIGUEL HERNÁNDEZ, al que se considera un epígono
de esta Generación debido a la relación de amistad y de sintonía intelectual
que mantuvo con el Grupo. De formación autodidacta, ya que era pastor, supo
conjugar el tono popular con técnicas depuradas. Su poesía es apasionada y
humana, muy expresiva, pero a la vez contenida. Su tema principal es el amor,
pero también los temas sociales y críticos propios de una poesía comprometida.
Destacan El rayo que no cesa (1936), Viento del pueblo (1937) y Cancionero
y romancero de ausencias (1938-41).