SOLO FALTAN LOS
DETALLES, de John Horgan 13/01/1999
Los
descubrimientos científicos se pueden comparar con el descubrimiento
de la Tierra. Cuanto más sabemos sobre la Tierra, menos nos queda
por descubrir. Hemos hecho mapas de todos los continentes, océanos,
cordilleras y ríos. Ahora estamos entrando en los detalles. De vez
en cuando aparecerá algo interesante. Encontraremos una nueva
especie de lémur en Madagascar, o alguna bacteria extraña que viva
en fosas marinas. Pero a estas alturas es improbable que descubramos
algo que sea realmente sorprendente, como la Atlántida, el
continente perdido, o dinosaurios que vivan en el interior de la
tierra.
Del
mismo modo, es improbable que los científicos descubran algo que
supere el Big Bang, la mecánica cuántica, la relatividad, la
selección natural o la genética basada en el ADN. Por supuesto que
nos faltan detalles que añadir, pero las grandes sorpresas son poco
probables.
Esto
no quiere decir que los científicos hayan dado respuesta a todos los
grandes interrogantes. Maddox hace un trabajo excelente al revisar en
su nuevo libro algunas de las grandes incógnitas que todavía
quedan. Pero John no se plantea nunca seriamente la posibilidad de
que no haya respuesta para algunas de esas preguntas.
Por
ejemplo, la teoría del Big Bang plantea algún interrogante bastante
evidente: ¿por qué se produjo el Big Bang y qué le precedió, si
es que hubo algo? La propia ciencia nos sugiere que quizá no lo
sepamos nunca, dado que el origen del universo está demasiado lejos
de nosotros. John dice que como la teoría del Big Bang deja algunas
grandes preguntas sin respuesta, debe ser sustituida por una teoría
totalmente nueva. Eso tendría tan poco sentido como rechazar la
teoría de la evolución de Darwin porque no puede explicar el origen
de la vida.
John
señala que la comprensión de la mente por parte ,de la ciencia «es
apenas más clara que a principios de siglo». Pero luego insinúa
que la falta de avances en campos relacionados con la mente implica
que nos esperan grandes cosas. En otras palabras, que los fracasos
del pasado predicen el éxito del futuro. Eso no es un argumento; es
una expresión de fe. Muchos científicos están empezando a creer
que la conciencia, el libre albedrío y otros enigmas que plantean
nuestras mentes pueden no ser científicamente reducibles.
Mucha
gente comparte la opinión de Maddox sobre el progreso científico.
Es comprensible. Todos nosotros hemos crecido en un periodo de
explosión de progresos científicos, así que es natural que demos
por sentado que estos progresos continuarán posiblemente siempre.
Pero la lógica da a entender que la época moderna de progreso
científico explosivo podría ser una anomalía histórica, un
producto de una convergencia muy particular de factores sociales,
intelectuales y políticos.
Si
aceptamos que la ciencia tiene sus límites —y la ciencia nos dice
que los tiene—, la cuestión no es entonces si la ciencia tocará a
su fin, sino cuándo.