martes, 28 de octubre de 2014

Textos para practicar el comentario. 1º BACH



TEXTOS PARA PRACTICAR EL COMENTARIO:

Milagro IX – El clérigo ignorante (Gonzalo de Berceo)



Érase un simple clérigo que instrucción no tenía,

la misa de la Virgen todos los días decía,

no sabía decir otra, decía ésta cada día:

más la sabía por uso que por sabiduría.

Fue este misacantano1 al obispo acusado

de ser idiota, y ser mal clérigo probado

al Salve Sancta Parens2 tan sólo acostumbrado,

sin saber otra misa ese torpe embargado.

El obispo fue dura mente movido a saña3;

decía: «De un sacerdote nunca oí tal hazaña».

Dijo: «Decid al hijo de la mala putaña4

que ante mí se presente, no se excuse con maña».

Ante el obispo vino el preste5 pecador;

había con el gran miedo perdido su color;

no podía, de vergüenza, catar6 a su señor:

nunca pasó el mezquino por tan duro sudor.

El obispo le dijo «Preste, di la verdad

dime si como dicen es tal tu necedad».

El bueno hombre le dijo: «Señor, por caridad,

si dijese que no, diría falsedad».

El obispo le dijo: «Ya que no tienes ciencia

de cantar otras misas, ni sentido o potencia,

te prohíbo que cantes, y te doy por sentencia:

por el medio que puedas busca tu subsistencia».

El clérigo salió triste y desconsolado;

tenía gran vergüenza y daño muy granado.

Volviose a la Gloriosa lloroso y aquejado,

que le diese consejo, porque estaba aterrado.

La Madre pïadosa que nunca falleció

a quien de corazón a sus plantas cayó,

el ruego de su clérigo luego se lo escuchó,

sin ninguna tardanza luego lo socorrió.

La virgo Gloriosa que es Madre sin dicción,

apareció al obispo en seguida en visión;

díjole fuertes dichos, en un bravo sermón,

y descubriole en él todo su corazón.

Díjole embravecida: «Don obispo lozano,

contra mí, ¿por qué fuiste tan fuerte y tan villano?

Yo nunca te quité por el valor de un grano,

y tú a mi capellán me sacas de la mano.

porque a mí me cantaba la misa cada día

pensaste que caía en yerro de herejía,

lo tuviste por bestia y cabeza vacía,

quitástele la orden de la capellanía.

Si tú no le mandares decir la misa mía

como solía decirla, gran querella tendría,

y tú serás finado7 en el treinteno día:

¡ya verás lo que vale la saña de María!».

Fue con esta amenaza el obispo espantado,

y mandó luego enviar por el preste vedado8;

le pidió su perdón por lo que había errado,

porque en su pleito fue duramente engañado.

Mandole que cantase como solía cantar

y que de la Gloriosa fuese siervo en su altar:

y si algo le menguase en vestir o en calzar,

él de lo suyo propio se lo mandaría dar.

Volviose el hombre bueno a su capellanía

y sirvió a la Gloriosa Madre Santa María;

en su oficio finó de fin cual yo quería,

y fue su alma a la gloria, tan dulce cofradía.

Aunque por largos años pudiésemos durar

e infinitos milagros escribir y rezar,

ni la décima parte podríamos contar

de los que por la Virgen Dios se digna mostrar



1 Sacerdote.

2 «Salve, Madre Santa»

3 Ira.

4 Puta.

5 Sacerdote.

6 Mirar.

7 Muerto.

8 Prohibido.


Fragmento CANTAR DEL DESTIERRO. (Cantar de Mio Cid)

A los que conmigo vengan que Dios les dé muy buen pago;
también a los que se quedan contentos quiero dejarlos.
Habló entonces Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano:
"Con vos nos iremos, Cid, por yermos y por poblados;
no os hemos de faltar mientras que salud tengamos,
y gastaremos con vos nuestras mulas y caballos
y todos nuestros dineros y los vestidos de paño,
siempre querremos serviros como leales vasallos."
Aprobación dieron todos a lo que ha dicho don Álvaro.
Mucho que agradece el Cid aquello que ellos hablaron.
El Cid sale de Vivar, a Burgos va encaminado,
allí deja sus palacios yermos y desheredados.

CANTIGA DE AMIGO

Hermosa hermana mía, vente conmigo
a la iglesia de Vigo, donde está el mar agitado.
Y miraremos las olas.

Hermosa hermana mía, vente de buen grado
a la iglesia de Vigo, donde está el mar enfurecido.
Y miraremos las olas.

A la iglesia de Vigo, donde está el mar agitado,
allí vendrá, madre, mi amigo
Y miraremos las olas.

A la iglesia de Vigo, donde está el mar enfurecido,
allí vendrá, madre, mi amado
Y miraremos las olas.